Un domingo por la mañana en enero de 2009, después de una noche de lluvia torrencial, recibimos una llamada sobre un caballo en apuros.

Cuando llegamos, encontramos a una yegua vieja y desnutrida, acostada en el barro frío y húmedo, donde al parecer había estado toda la noche. Llamamos inmediatamente a un veterinario y, mientras tanto, intentamos todo lo posible para ponerla de pie.

Con unas palabras reconfortantes y un poco de comida, logró levantar la cabeza por un corto tiempo. Pero estaba muy débil. Después de dos horas intentando ponerla de pie, el veterinario nos informó que probablemente había sufrido un fallo cardíaco y era improbable que sobreviviera.

Evidentemente, estaba sufriendo, pero debido a la ley en España, el veterinario no podía poner fin a su sufrimiento hasta que logramos localizar al dueño, lo que llevó alrededor de otra hora. Intentamos que los últimos momentos de Lola fueran lo más cómodos posible. Al final, estuvo rodeada de personas que se preocupaban.

Lola tenía 23 años y aún era utilizada por su dueño español para tirar de un arado en los campos. Vivía sola en un campo de naranjos sin refugio, poca comida y sin atención veterinaria. Para Lola llegamos demasiado tarde, pero hay muchos otros casos como el de Lola a los que necesitamos ayudar.